martes, octubre 18, 2011

Los gritos del silencio

Una de las primeras cosas que suelen sucederle al padre divorciado es que, nada más poner un pie fuera del nido en busca de cielos nuevos, menos suicidas y monótonos, el teléfono móvil suena como un loco durantes unos días, amenaza va, amenaza viene, y después, como si le hubiese partido un rayo, deja fulminantemente de sonar durante una buena temporada. Se hace entonces un silencio ensordecedor a tu alrededor, un dedo acusador, mudo e invisible, que te señala desde la distancia y te recuerda, cada día, que los puentes todos, entre tú y la realidad, entre tú y todo lo que algún día fuiste, se han ido definitivamente a la mierda.

Y dejas de tener una dirección de referencia, un lugar al que llamar afectivamente tuyo, un ataúd de cartón donde caerte muerto, una identidad que te rescate del limbo de los don nadie. Y dejas de tener, por supuesto, nombre propio y apellidos, para entrar en la categoría de "ex", que con apenas dos letras bastan y sobran para denominar lo irrelevante, al mismísimo hombre invisible. Vamos, que vienen a verte mayormente tus fantasmas, que como hay parentesco en primer grado no cuentan, y lo que es por teléfono, no te llama ni Dios.

Claro que, para suplir las llamadas sonoras, están los puñeteros mensajes, pi, piiii, _los que los finos llaman sms_ que, regularmente, llegan a tu móvil con textos de esos en plan guerra psicológica, todo dulzura, palabras bonitas y cosas así, que te ponen a parir y te recuerdan lo cabrón que eres a todas horas y lo mal padre que, hagas lo que hagas, eres y serás a perpetuidad. Mira tú qué bien.

Finalmente, cuando llevas ya un tiempo viéndolo todo negro y sin blanca, en números rojos desde principios de mes, el joputa del móvil resucita cual Lázaro y se pone a sonar de nuevo a todas horas, incluidas las intempestivas, porque los acreedores de todo tipo y, sobre todo, los usureros de los bancos, que son los únicos que quieren a los padres divorciados, un amor brutal, empiezan a freírte a llamaditas, a ponerte la cabeza como un bombo y el corazón en un puño, amenazándote con esto y con aquello ("Sabrá usted que si no paga lo debido...") para tratar de cobrar los recibos impagados que, muy a tu pesar, van haciendo de ti un cadáver financiero y judicial. Ya veis qué plan.

En resumiendo, que al padre divorciado, el señor don, devenido en ex, recibe, casi en exclusiva, llamadas amenazantes, intimidadoras, ofensivas, vejatorias, con ánimo de joderte bien jodido y de exprimirte como un limón. Para sacarte la pasta que tienes, y la que no tienes también, todo el mundo anda raudo y todo vale. El fin justifica la extorsión.

No es en consecuencia extraño que el padre divorciado prefiera Los gritos del silencio. Que desee, con toda su alma, que no se le vea y no oír nada. Que se olviden de él y le dejen por fin tranquilo, siendo un ex en toda la extensión de la palabra. Un recuerdo. Un fantasma en los campos de la muerte. Un rostro que se desdibuja en la distancia.

Un mal recuerdo, nada más.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
;