jueves, octubre 27, 2011

Las cenizas de Ángela

El divorcio, con hijos de por medio o sin ellos, es un negocio absolutamente ruinoso. Una hipoteca, y de las gordas, para toda la vida. Lo malo es que uno no sabe en qué pozo de mierda se ha metido hasta que está dentro y le llega el estiércol al cuello. Si llevar una vida convencional, desde lo económico, es un ejercicio de filigrana financio-casera, el asunto se vuelve imposible para un padre divorciado tipo, de esos que pasan pensión regularmente y no llegan nunca, ni de chiripa, a fin de mes.

Y si además, tras la separación, dejas tras de ti una vivienda, que no es ya tuya salvo en el pago religioso de la mitad de la hipoteca, sí o sí, no es que vayas apañao, sino que estás directamente jodido. Con excepción de los ricos, a quienes no les mueve una pestaña ninguna crisis personal o mundial conocida, porque la desgracia de la mayoría nunca va con ellos, los padres divorciados con sueldos medios _es decir, de pura supervivencia_ están condenados a hacer magia para no volverse directamente locos cuando sus ingresos apenas dan para costear pensiones, deudas de una vida pasada que no acaba de pasar y créditos pendientes de bienes que no les pertenecen.

El único derecho de los padres divorciados se llama, pase lo que pase, pagar por todas las cosas que hizo mal en su anterior matrimonio, pagar para tener un techo donde dormir y por todas las cosas necesarias para rehacer su vida si es que a la suya puede llamársele así, vida, sin que se te salgan los colores. Todo lo demás son obligaciones con la ex, con los hijos, con los bancos y demás acreedores y con la madre que parió el cordero.

Y pese a que sus gastos son, muchas veces, mayores que sus ingresos, a la hora de cotizar a Hacienda _que somos todos, menos los padres divorciados_ no hay desgravación posible por tener hijos en edad de gastar a todo meter, ya que quien tiene derecho a desgravar, ésa sí, es la que tiene por ley la custodia de los menores. Y aunque tenga 17 hijos y pase la pensión a todos ellos, no tiene derecho alguno a constituirse como familia numerosa ni a beneficiarse de los mínimas y ridículas ayudas que de tal condición se derivan.

Así las cosas, un padre separado es un señor que acostumbra a trabajar para el inglés, pues ningún dinero que consiga es suyo. Es un pobre, salvo milagro, para toda la vida. Un tipo ruin y avaro, que raramente hace regalos, visita una cafetería o lleva a sus hijos al cine. Un moroso reconocido al que no le fían ni Papá Noël ni los Reyes Magos. Un padre avergonzado de comprar siempre, en los chinos, baratijas que hace pasar por regalos de cumpleaños. Un caradura al que se ayuda por lástima y que nunca, nunca colabora con nada. Un padre peor que Robert Carlyle en Las cenizas de Ángela. Un fracasado que jamás da nada a nadie.

Salvo vergüenza.


1 comentarios:

marta dijo...

Muy bien dicho, en la vida lo importante es intentar ser feliz, no contentar a los demás. y ase acostumbrarán ;)

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