lunes, octubre 17, 2011

Las amistades peligrosas

Los padres divorciados son a menudo, al menos en los primeros tiempos después de la separación, individuos venidos a menos y muy habitualmente sin amigos. Seres nada dignos de confianza. Traidores de la familia y el dolor de muelas permanente de sus ex. Hombres que algún día fueron personas y que han perdido, por deméritos propios, su condición humana para acabar siendo unos auténticos bestias, animales de esos que se rascan el escroto sin disimulo, dejan la tapa del wáter sin bajar y los calcetines mugrientos, tirados por ahí. Unos cerdos absolutos. Poco más que unos auténticos capullos.

Con tales credenciales, dejan de ser presuntos sapiens y mutan en una especie aparte, evolutivamente fracasada, de hombrecillos _inadaptados y débiles_ incapaces de sobrevivir en un mundo sobrecogedoramente hostil, que pasó, en un abrir y cerrar de piernas, del imperio de sus santísimos cojones al Planeta Ovarios de la galaxia "Ahora-sí-que-te-voy-a-joder". Son, como su propio nombre indica, se-pa-ra-dos, ovejas descarriadas que son apartadas, como apestados, de la manada social.

Eso implica no sólo quedarte, sin tribu, sin clan, sin parienta y sin progenie, sin choza y sin manduca, sin can que te ladre, sino también, en muchos casos, alcanzar el grado más punitivo de aislamiento: sin amigos. Y todo, porque, fieles a las costumbres humanas, los amigos se sienten con derecho y toman partido en favor de la parte aparentemente débil, la hembra que es por defecto víctima y que se encarga de contarles a todos sus desgracias y su versión _perdón, la única verdad_ de la película separacional, cuyo protagonista _ o antagonista, para ser más exactos_ es prolijamente descrito como el falso que tenía a todo el mundo engatusado, ese lobo con piel de cordero, y como aquél que lejos de ser el buen tipo que fingía, es, visto por los ojos justicieros de su ex, una mala persona y un bicho de cuidado, escoria que no hay por donde cogerla, lo peor de lo peor.

Y los amigos, que son todos un tipos justos y ecuánimes donde los haya, tras analizar las apariencias durante un milisegundo y dando absoluto crédito a toda la infamia vertida contra el padre separado de turno, se sienten en su mayoría jueces, que sentencian y ejecutan, sin derecho a juicio previo ni a defensa legal alguna, al subnormal de turno, a ese ex amigo, el embaucador, que resultó ser mal pareja, mal padre y, por encima, malnacido, la madre que lo parió.

Todas esas sesudas deliberaciones y contubernios varios, esos juicios sumarísimos en ausencia del reo, se celebran a puerta cerrada y en petit comité, siempre a espaldas del padre separado, la chusma que se puede pisotear, no vaya a ser que, estando presente, nos embauque como ha hecho tantas veces, ese grandísimo mal amigo, ese supino cabrón. Y tienen lugar en un clima de conspiración cortesana, digna de Las amistades peligrosas.

Más peligrosas que una escopeta de cañones recortados en manos de un ex con amigos de su parte, mil años después de la separación.


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